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Azuaga

Historia

Encontramos Azuaga al Sur-Este de Extremadura, a una distancia de 145 kilómetros de Badajoz, 128 de Mérida y 125 de Sevilla o Córdoba. Está dentro de las coordenadas 38º 15' 30'' de latitud Norte, 1º 59' 20'' de longitud 0.

Localizada en las estribaciones de Sierra Morena, su término es uno de los más extensos de la provincia de Badajoz con una superficie de 497'31 kilómetros cuadrados y una altitud de en torno a los 600 metros. Comprende la villa de Azuaga y la aldea de La Cardenchosa. La demarcación linda con los siguientes municipios:

Foto: Vista de Azuaga
Vista aérea de Azuaga. Fuente: Paisajes Españoles
  • Hacia el Norte encontramos Campillo de Llerena y Peraleda del Zaucejo, ambos de la provincia de Badajoz.
  • Desplazándonos al Sur llegamos a la localidad pacense de Malcocinado y a los municipios sevillanos de Alanís de la Sierra y Guadalcanal.
  • Al Este se sitúa la vecina Granja de Torrehermosa (Badajoz) y la cordobesa Fuente Obejuna.
  • En dirección Oeste todos los pueblos con los que limita son de la provincia de Badajoz: Valverde de Llerena, Berlanga y Maguilla.
  • Localizamos La Cardenchosa al Sur-Este de Azuaga, muy próxima a los pequeños núcleos de Los Rubios, Argallón y La Coronada, estas dos últimas poblaciones cordobesas.

Azuaga disfruta de un clima mediterráneo con matices continentales: escasas precipitaciones a lo que se unen fuertes oscilaciones térmicas entre inviernos y veranos. La estación invernal es relativamente corta pero de ella son características las intensas heladas; el estío es caluroso y seco. Durante la primavera y el otoño las temperaturas son suaves.

Azuaga cuenta con una larga trayectoria histórica que se remonta hasta etapas prehistóricas, cuando el fenómeno megalítico era un proceso cultural caracterizado por la edificación de grandes sepulturas de piedra y por la práctica generalizada del enterramiento colectivo. Los asentamientos de población en esta época debieron ser importantes tal y como lo evidencian los restos hallados en las proximidades a la aldea de La Cardenchosa. Como ejemplos representativos conservamos un menhir realizado sobre una fina lancha de pizarra, emplazada en pleno centro de la aldea, y un dolmen de identidad eminentemente funeraria.

Del tercer milenio antes de Cristo se poseen algunos restos de cerámica como platos de borde engrosado o también algunos ejemplos de microlitos que se unen culturalmente a toda una serie de yacimientos encontrados en el término municipal de la localidad.

Procedentes de la Edad de los Metales (2.000 antes de Cristo), también se conservan restos de ajuares que actualmente están depositados en el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz. Y ya del período del bronce final fue recuperado en Azuaga un torques de oro que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional.

Foto: Menhir en La Cardenchosa
Menhir en La Cardenchosa
Foto: Torgues. Museo Arqueológico Nacional
Torques. Museo Arqueológico Nacional

La presencia romana en Azuaga está documentada desde los primeros momentos de penetración en la Península Ibérica. Con la romanización, el desarrollo y expansión de la población se debió producir a partir del siglo I, siendo en la década de los años 70 después de Cristo cuando a la localidad se le concede el título de municipio, es decir, ciudad cuyos habitantes solían gozar del derecho de ciudadanía romana.

La campiña azuagueña conserva la huella de aquellas villas romanas, verdaderos poblados de colonos, esclavos, artesanos y administradores que fueron los núcleos de su economía agrícola y ganadera. Existe la posibilidad de que el "Municipium Iulium Ugultuniacum" se correspondiera con la actual Azuaga, desprendiéndose de él una cultura material que se manifiesta en los yacimientos que delatan una clara influencia urbana, plasmada en la aparición de vasijas, mosaicos... y cómo no unos monumentales cipos con inscripciones epigráficas latinas. Están realizados en noble mármol y son de tipo honorífico, dedicados a Nerva, Herennio y una sobrina de Trajano, Matidia; supuestamente su hallazgo se realizara a finales del siglo XVIII. En la actualidad, los tres están presentes en el vestíbulo del Ayuntamiento.

La inestabilidad económico militar del Imperio y su consiguiente depresión cristalizó en el siglo V con las invasiones bárbaras y la llegada de los visigodos; pero fue en la posterior etapa islámica cuando encontramos el antecedente más próximo a la que sería la denominación de Azuaga, designación que viene ligada al nombre de la tribu beréber norteafricana de los Zuwaga. Este pueblo edificó una impresionante fortaleza en el cerro de Miramontes sobre restos de origen romano.

Azuaga fue reconquistada a los musulmanes por el maestre de la Orden de Santiago, Pelay Pérez Correa, quien la incorporó al reino de Castilla - León en 1236, reinando Fernando III El Santo.

Foto: Restos del Castillo de Miramontes
Restos del Castillo de Miramontes

Al producirse el tránsito entre el dominio musulmán y el cristiano, la localidad desempeñó su papel como encrucijada de poderes civiles, jurisdiccionales y eclesiásticos. Después fue declarada Encomienda.

La Encomienda de Azuaga se consideraba bastante rentable y codiciada por muchos, entre otras cosas porque su topografía es ideal para la actividad agrícola y ganadera. Era por eso por lo que la localidad figuraba al lado de ricas poblaciones mineras de la época como Cartagena, Lorca o Cuenca.

El siglo XV se puede considerar (junto con el XIX) como una de las mejores épocas para Azuaga. Testimonio de este importante pasado histórico es el conjunto de notables edificios, tanto religiosos como civiles, que alberga el pueblo en su casco urbano y entorno. Significa ello el relevante papel desempeñado por esta ciudad en la historia de la Orden de Santiago y cuya información aparece recogida en los libros confeccionados por los "visitadores", designados temporalmente para supervisar de forma personal las villas, bienes y propiedades bajo la jurisdicción de la Orden Militar.

El siglo XVI va a suponer un empobrecimiento paulatino en todos los órdenes. En primer lugar, se da una constante enfeudación del régimen económico con una agricultura arcaica y en manos de una reducida clase aristocrática, asentada en la población durante los primeros momentos de la conquista romana. En segundo lugar, como indicativo del estancamiento económico, se producirá un descenso muy acusado de la población a causa de las continuas guerras, las crisis alimentarias cíclicas y las pestes.

El estancamiento demográfico, sólo comenzaría a conocer una ligera recuperación en las últimas décadas de 1700; mientras la estructura económica estaba ralentizada debido al enorme poderío de la Mesta, que impedía la explotación de las riquezas naturales prohibiendo cualquier tipo de cultivo. No obstante y puesto que la economía era esencialmente rural, con el freno puesto al campo, surgen pequeños talleres familiares que se reparten por toda la región.

Telares de lana y lino se ubican en Azuaga junto con artesanías de cuero y alfarería, que constituyeron pequeñas fuentes de riqueza complementarias a la producción agraria. En su conjunto dieron vida a ferias y mercados regionales.

El siglo XVIII, con el advenimiento de los Borbones, se suele considerar como un período de desarrollo y expansión para el conjunto de España pero no sucederá lo mismo en el caso de Extremadura, que siguió sufriendo a lo largo de este transcurso de tiempo las consecuencias negativas de la crisis anterior.

Sin embargo, la centuria del XIX trajo grandes transformaciones estructurales que afectaron a todos los aspectos del devenir histórico. Desde el punto de vista político, fue una época de continuas revoluciones bajo la influencia del racionalismo dieciochesco y las modernas ideas de reforma y desamortización, pero es, sin duda alguna, un siglo de gran auge económico en el que juega un papel muy importante la rentabilidad de las explotaciones mineras.

Los yacimientos de plomo explotados desde mediados del XIX originaron un aumento considerable de la población. Esta producción de mineral de plomo (galena) contratada por la Sociedad Minera de Peñarroya dio lugar en Azuaga, entre 1887 y 1897, al mayor crecimiento demográfico de toda Extremadura, convirtiendo a nuestro pueblo en uno de los principales núcleos de la provincia. El auge económico proporcionado por la actividad minera provocó la ampliación del casco urbano, paralelamente a la necesidad de crear más viviendas.

Foto: Mina San Rafael
Mina San Rafael. Resto de explotación minera

Lo que no se desarrolló junto a la minería fue la industria, debido a la necesidad de comunicaciones, pues el ferrocarril no llega a la localidad hasta 1894. Respecto al proceso desamortizador, ganaderos y labradores acomodados en la zona consiguieron apropiarse de la mayor parte de los bienes desamortizados.

El siglo XIX supuso para Azuaga un gran avance también desde el punto de vista cultural. En 1836 se crea la Sociedad Económica Amigos del País de Azuaga, cuyo objetivo fue impulsar la cultura y el progreso que llegaron de manos de las explotaciones mineras, el crecimiento demográfico y la ruptura del aislamiento a través del ferrocarril.

La existencia de una fuerte masa proletaria de mineros, determinó el fortalecimiento del asociacionismo obrero, con lo que Azuaga pasó a ser uno de los más potentes focos del movimiento obrero extremeño. En esta villa apareció a comienzos del XX el periódico La Verdad Social, destinado a convertirse en el principal órgano de la prensa obrera pacense.

Foto: Antigua estación de ferrocarril de Azuaga
Antigua estación de ferrocarril de Azuaga
Foto: Edición del 2 de Noviembre de 1930
Edición del 2 Noviembre de 1930

Con el nuevo siglo la crisis llegó a las explotaciones mineras, siempre con graves problemas de rentabilidad. Así, durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1931), el declive de la minería azuagueña genera el paro de más de un millar de obreros.

El espíritu combativo de los mineros se hizo oír a través de El Amigo del Pueblo, publicación local de aparición quincenal. También con matiz reivindicativo y de asociación se constituyó en Azuaga la Sociedad Obrera "Los amantes de la tierra".

Durante la II República (1931-1936) la conflictividad fue constante. El paro alcanzó cifras alarmantes, la situación del campo era crítica y el descontento social creciente. A la cuestión agraria se unió la crisis de la minería del plomo, con sus problemas de rentabilidad que dificultaban la competitividad. Sólo la ayuda oficial impedía el cierre de las explotaciones.

Los miembros del Gobierno Municipal tenían constancia de estos problemas e intentaron encontrar soluciones pero pronto se verían interrumpidas por el desarrollo de la Guerra Civil. Azuaga se vio metida en la guerra desde sus primeros días: El 19 de julio de 1936 se produjeron enfrentamientos entre la Guardia Civil y un grupo de vecinos que reclamaban armas. El pueblo permaneció dos meses en poder de las fuerzas republicanas hasta que fue conquistada por el Ejército Nacional el 25 de septiembre de 1936. La represión, tanto republicana como nacionalista, provocó no pocas víctimas.

Al igual que en todo el país, la postguerra fue dura. Los problemas de índole económico y social vuelven a incidir en la población azuagueña. Como ejemplo se da un fuerte absentismo escolar, producido porque muchos niños en edad escolar abandonaron las aulas para dedicarse a trabajar en ayuda de la penosa situación económica en la que se encontraban sus familias.

A finales de la década de los cuarenta y principio de los cincuenta se asiste a una efímera recuperación económica y demográfica. La minería atraviesa un pasajero esplendor. Al comenzar los años cincuenta todavía trabajaban en las minas más de 500 personas, aunque los métodos de explotación seguían siendo rudimentarios y artesanales.

A partir de 1955 comienza en Azuaga el fenómeno migratorio. El cierre de minas y la introducción de maquinarias en las explotaciones agrícolas provocaron el aumento del paro y la emigración de muchos azuagueños hacia zonas industrializadas como Madrid y Barcelona. Este movimiento social se hizo aún más patente en la década de los años sesenta.

Con la llegada de la Democracia, tras la muerte del General Franco en 1975, se frena este proceso migratorio y asistimos al retorno de muchos de los que se habían visto obligados a salir del Partido Judicial en otras décadas.

Actualmente, los ciudadanos de Azuaga podemos participar en el devenir de nuestro pueblo gracias a la democratización de la vida municipal.

Foto: Trabajadores de la mina
Trabajadores de la mina "Plasenzuela".
Azuaga, 1948

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